Una vez iba un niño por la calle y se encontró un libro (hoja de papel din-a4 doblado por la mitad), y decidió leerlo a ver lo que explicaba. Explicaba una historia de un pirata que vivía aburrido en su casa (se doblan las puntas de forma que veamos una casa)
Y decidió comprarse un barco para ver mundo (se hace un barco doblando hacia arriba la parte de bajo de la casa). Una vez encima del barco, decidió ir a tierras lejanas, donde hacía muuucho calor, por lo que tuvo que quitarse la camiseta, con tan mala suerte, que le cayó al agua y no la pudo coger (¡chof!).
De pronto empezó a soplar un viento muy fuerte (soplamos todos) que empujó el barco hacia unas rocas (se hace ver que la roca es la cabeza de algún niño y el barco choca contra ella) y el choque rompió la proa (se rompe uno de los extremos del barco). Se acercaba una gran tormenta...
Una ola gigante (hacemos un movimiento exagerado) empujó el barco hacia otras rocas (otro choque con otra cabeza) y se le rompió la popa (se rasga el otro lado).
Y como así un barco no puede navegar, se hundió, se hundió....con tan mala suerte que cayó al revés y ser rompió el mástil (tocamos en tierra o en algún pié, y rompemos la punta de arriba).
¡Pobre pirata, suerte que sabía nadar!. Y llegó a la playa de una isla, pero...(con mucha sorpresa), ¿sabéis que había? ¿sabéis que se encontró? (desplegamos el barco y...sorpresa)..
El Monstruo de Colores no sabe qué le pasa. Se ha hecho un lío con las emociones y ahora le toca deshacer el embrollo. Una historia sencilla y divertida, que introducirá a pequeños y a mayores en el fascinante lenguaje de las emociones.
Leemos el cuento: "AQUILES EL PUNTITO" ¡y aprendemos a dibujar nuestro cuerpo!
Cuento: "El pirata Alpargata"
Había una vez, hace mucho tiempo, un barco que navegaba por los mares de sur al mando del Capitán
Alpargata. El Pirata Alpargata era un jefe pirata como todos los demás. Tenía un garfio en una mano, un parche en un ojo y una pata de palo; era un poco despistado este pirata y todo lo perdía.
Una tarde, mientras asaltaba un barco enemigo, perdió una pierna y nunca la volvió a encontrar, en su lugar tuvo que ponerse una pata de madera, como hacían todos los piratas.
Y lo mismo le ocurrió con la mano y con el ojo. Pero para colmo de sus desdichas, en el pie que aún conservaba, tenía un juanete que le hacía ver las estrellas cada vez que se calzaba sus lustrosas botas de pirata, por lo que nuestro amigo sólo podía usar alpargatas, mejor dicho, alpargata. Y es por eso que era conocido en el mundo entero como el Pirata Alpargata.
Pero un día, durante un viaje por alta mar, se desató una tormenta con truenos, relámpagos y mucha, mucha, mucha lluvia. Y ¿saben lo que pasó? Pues que su alpargata se mojó y, claro, se estropeó. Al Pirata
Alpargata no le quedó más remedio que ir a buscar otro zapato. Así que cuando se calmó la tempestad se decidió a encontrar al mejor zapatero del mundo que le hiciera un zapato digno de un gran Capitán Pirata.
Así, junto con su tripulación recorrió los siete mares en busca de su calzado y llegó al reino donde vivía el zapatero Calimero.
—Necesito un zapato, Calimero- le dijo el pirata.
—Creo que tengo lo que busca– le respondió el zapatero Calimero y le mostró una sandalia de playa.
— Qué cómoda parece, pero se me congelarán los dedos cuando viaje al frío mar del Norte- contestó
Alpargata.
— Pues quizá le guste este precioso zapato de tacón– dijo Calimero.
—Es muy bonito y elegante y la verdad es que me queda muy bien. ¡Además me hace más alto! Pero
no podré correr ni saltar con él. Tampoco me sirve.
—¿Y qué le parece este otro? Con este sí podrá correr – preguntó el zapatero enseñándole una zapatilla
deportiva.
—Uy, no. Me tendré que atar los cordones y con lo despistado que soy se me olvidará, me los pisaré y
me daré un batacazo.
— Espere, ¡ya lo tengo! Hace pocos días me trajeron un zapato que alguien se dejó olvidado en un baile
en el palacio. Y sólo hay uno, así que le servirá. Y Calimero sacó un diminuto zapatito de cristal, pero en cuanto Alpargata introdujo el pie… ¡cras! Se rompió en mil pedazos.
—¡Oooh! No. Nunca encontraré un zapato que me sirva– se quejaba el pirata, perdiendo toda esperanza y llorando amargamente. El Capitán Alpargata se despidió del zapatero Calimero y se marchó, descalzo, con su barco rumbo a otro lejano destino. Después de varios días navegando y de dar cuatro vueltas por el norte y cuatro por el sur divisaron tierra en el horizonte:
—¡Tierra a la vista!- gritó el vigía desde lo alto del mástil. Había visto una isla en el horizonte. Entonces dieron siete vueltas a la izquierda y dos a la derecha. ¿Sería la isla del tesoro?
¡Sí! Era la isla del tesoro.
Los piratas decían que allí había cofres llenos de monedas de oro, plata, joyas y hasta juguetes. Sí…juguetes hermosos para hijos de piratas.
Alpargata atracó su barco en la playa de la isla y desembarcó. Bajaron seis piratas, pero atemorizados regresaron al barco, dos.
— ¡Por fin un sitio donde andar sin zapatos!- pensó Alpargata- Creo que me quedaré aquí a vivir, dijo. La
verdad es que estaba un poco cansado de viajar en el barco de un lado para otro, de buscar tesoros y
zapatos.
—Sí, aquí me quedaré a vivir. Y encontraré todos los tesoros con la ayuda de mi plano embrujado y mis
amigos piratitas.
Y colorín colorado este cuento pirata se ha acabado y los tesoros encontrados, tú te los has llevado.